sábado 18 de mayo de 2024

Crónica

Los “cases” del Face y TikTok: los trabajadores del comercio informal

La mayoría de este ejército de proveedores son mujeres que buscan la forma de generar ingresos a la par que estudian, cuidan a sus familias o atienden otro trabajo.
El atrio de ex Correos en el centro de La Paz, es uno de los puntos de entrega.  Foto: Leny Chuquimia / Visión 360.
El atrio de ex Correos en el centro de La Paz, es uno de los puntos de entrega. Foto: Leny Chuquimia / Visión 360.
martes 30 de abril de 2024

A Correos, en el centro de La Paz, Lucero Guarachi llega con una bolsa pequeña llena de juguetes y accesorios para niños. Se sienta en el borde de una jardinera y saca el celular. “Caseritos ya llegué a entregar pedidos”, escribe en un mensaje y lo envía al grupo de WhatsApp que creó con sus clientes más fieles, que una o dos veces por semana llegan hasta este punto para recoger los productos adquiridos vía virtual.

“Hace unos tres años que me dedico a esto, es una forma de poder generar ingresos a la vez que estudio, cuido a mi madre y apoyo a mis hermanitos para que también estudien”, afirma Lucero Guarachi.

Desde la pandemia, Bolivia y gran parte de América Latina vive el boom del comercio digital, casi en su totalidad movido por mujeres. Al igual que a los comerciantes de las calles y mercados, les dicen las y los caseritos, pero caseritos de Marketplace de Facebook, WhatsApp, Instagram o TikTok.

Para generar ingresos económicos, ofrecen sus productos en diferentes redes sociales. Trabajan desde casa y con un celular, desde el que suben sus ofertas. Finalizan el proceso con la entrega del producto en alguna plaza o lugar céntrico de la ciudad. Lucero es una más de este ejército de comerciantes informales que ya no solo están en las calles, sino en el mundo virtual.

Las comerciantes llegan y se van por turnos.   Foto: Leny Chuquimia / Visión 360

A diferencia de los gremiales, ellos no están organizados ni afiliados a algún ente sindical, por lo que es difícil saber cuántas y cuántos son en realidad. “Somos bastantes, solo los que yo he visto cuando vengo a hacer entregas (un par de horas dos veces a la semana) son unos 500; dispersados en el Obelisco, Correos, San Francisco y la Plaza del Estudiante”, dice Lucero.

Pero para Zelma Ticona, una caserita que llega a Correos para hacer entregas por primera vez, el número debe ser mucho mayor. “Es la primera vez que vengo, pero yo apuesto a que los comerciantes digitales son muchos más; no hay dónde afiliarse, uno viene, entrega sus productos y se va, así sin que nadie sepa cuántos pasan por acá”, afirma.

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Y tiene razón. A cierta hora, en la esquina de Correos, centenares de personas se amontonan por turnos. Algunos llegan con bolsas llenas de ropa, juguetes, perfumes y todo tipo de accesorios, se quedan una hora y luego se van. Otros tantos llegan con las manos vacías y en menos de cinco minutos las tienen llenas.

El dinero circula

“Sienta el aroma, no se va a arrepentir”, sostiene Gabriela mientras entrega a un hombre maduro un perfume reservado por Facebook. “Si gusta, puede pagar por QR, para evitar sacar el efectivo”, recomienda.

Y es que así como los comerciantes y clientes vienen y van, en la esquina de Correos el dinero circula de mano en mano, en cantidades y sin mucho cuidado. “Hay que ser diestros para que no te den billetes falsos”, afirma.

Cuando Lucero empezó la venta por internet, vendía ropa, pero con el tiempo desarrolló la habilidad para escoger otros artículos de mayor interés para sus clientes. Su capital creció y con él sus ingresos.  

“Al principio generaba a la semana unos 100 bolivianos viniendo a entregar una vez a la semana. Mi monto invertido también era más pequeño. Incluso, era muy poca la gente que en realidad concretaba la compra, algunos se hacían la burla o desconfiaban. Pero ahora vengo hasta dos veces a la semana, por una hora, y ya genero hasta 400 bolivianos a la semana”, explica.

Si suponemos que, como dice Lucero, son 500 las personas que hacen entregas alrededor de Correos y que cada uno mueve un monto similar al de ella, estaríamos hablando de un movimiento de 200 mil bolivianos semanales. Esto solo calculando que asisten un par de horas, uno o dos días.

En 2021, la Resolución Normativa de Directorio (RND) Nº 102100000020, emitida por la Administración Tributaria, para actualizar la clasificación de actividades económicas del padrón nacional de contribuyentes del SIN, tomó en cuenta la venta de bienes y servicios a través de medios digitales.

El comercio informal toma El Prado en las noches.   Foto: Leny Chuquimia / Visión 360   

“Esta resolución normativa lo que está haciendo es que todo negocio, toda empresa, que hace una actividad comercial de venta de bienes y servicios, en el territorio boliviano, a través de internet, por supuesto, tiene que emitir factura”, sostuvo entonces el presidente ejecutivo del Servicio de Impuestos Nacionales (SIN), Mario Cazón.

Aclaró que si una “persona natural” vende su televisor usando Marketplace, Facebook u otro canal digital no necesita inscribirse a Impuestos Nacionales ni pagar ningún impuesto. Sin embargo, afirmó que si una persona se dedica a comercializar productos todo el año y esa venta es su actividad, su negocio por el que genera recursos para sostener a su familia, sí tiene que registrarse y tributar. 

Para ayudar en la familia

“No hay trabajo formal que te dé tiempo para atender la casa. Cada vez te piden más trabajo por menos sueldo y beneficios. Yo tengo una hija pequeña y la mayor ya me hizo abuela, ambas necesitamos trabajar y cuidar a nuestras hijas; por eso empezamos este negocio”, dice  Zelma.

Entrega ropa, mercadería que ya tenía hace dos años, pero que no pudo vender porque estaba dedicada al embarazo de su hija. “Pero ahora, por la necesidad, decidimos sacar lo que teníamos para venderlo, es nuestra primera vez y nos fue bien nomás”.

La necesidad de un sustento para sí mismos o su familia, a la vez que estudian, realizan trabajos del cuidado del hogar o que tienen otro trabajo que no les remunera lo suficiente, es el principal motivo para el ingreso al comercio digital.

“Yo soy arquitecta, pero tras la pandemia me despidieron y no he podido encontrar otro trabajo. El hambre no aguanta y para subsistir tienes que hacer lo que puedas; en mi caso me dediqué a la venta de artefactos que llegan en las cajas de Amazon, tienen una gran salida y eso se puede comprar con factura”, sostiene Sonia P.

Mientras hace su primera entrega del día, Lucero, que estudia la carrera de Derecho, dice que ella ya fue dependiente y que “fue muy complicado”. Detrás de un barbijo y una gorra que apenas deja entrever sus ojos aún muy jóvenes, cuenta que le bajaron el sueldo, que le subieron las horas y días de trabajo y que no le dieron ninguno de los beneficios de ley.

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“Empecé a trabajar porque mi mamá enfermó, perdimos casi todo y mis dos hermanos menores aún están estudiando, como yo. Tenía que ayudar no solo económicamente, sino en el cuidado de la casa y con el trabajo no podía… o estaba presente en casa, o cumplía con mi jefe o estudiaba con todo”, relata.

Para ella, esta forma de trabajo le ayudó a poder distribuir sus tiempos en todas sus actividades, además de mantener los ingresos necesarios.

Para ayudar en la familia

El Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) en La Paz, El Alto, Santa Cruz y Cochabamba estableció, en diciembre de 2022, que sólo dos de cada 10 personas tenían un Número de Identificación Tributaria (NIT). Quienes contribuyen son personas entre 41 y 45 años con  mayor nivel socioeconómico, según la institución.

El perfil está algo alejado de los  comerciantes digitales que por lo general son mujeres, jóvenes y con necesidad de ingresos. Para estas personas, el ingresar al sistema tributario representa un problema por las constantes “trabas que ponen a quien tiene todo legal”.

“Impuestos te cae cualquier rato, pero a otros comerciantes de tiendas que no tributan, no les dicen nada”, comenta Osvaldo, un caserito de relojes inteligentes, celulares y otros equipos tecnológicos.

Llega cerca de las 19.00, cuando la calle empieza a oscurecer. Carga una mochila con unos cinco productos, todos  son entregados en poco más de 30 minutos.

“Trabajé en las tiendas de la calle Eloy Salmón y ahí se mueve mucho dinero, pero ellos no dan factura ni nada, pese a que es su actividad principal. Para mí, estas ventas por internet son un adicional para poder ayudarme con mis gastos. No estaría dispuesto a facturar”, dice.

Zelma, tras su primera vez como comerciante digital, no sabe si formalizar la actividad sea bueno o malo. Pero si algo cree es que, por el momento, la eventualidad le da la libertad de ser su propio jefe y de acudir a esta forma de trabajo de forma ocasional ante la necesidad.

En internet hay productos para todas las edades y gustos.    Foto: Leny Chuquimia / Visión 360

Gabriela, la vendedora de perfumes, dice que le gustaría pasar al sector formal con una tienda o una importadora de cosméticos y perfumes. Para ello ve necesario obtener más capital y que las leyes no sean tan apabullantes para los emprendedores.

Lucero cumplió con las dos horas destinadas a la entrega de su mercadería y se prepara para irse. Para ella, al menos hasta que termine de estudiar, y pueda ejercer su carrera, esta será la actividad económica que le haga más fácil la vida.

“Es una actividad sin mucho problema, ni siquiera con los vendedores. No ofrecemos lo mismo y tampoco vendemos, solo venimos a entregar los pedidos”, afirma.  

Apenas deja su lugar en la jardinera central frente a Correos, otra muchacha lo toma. Llega con una bolsa llena de ropa y carteras que lleva casi a rastras. Saca el celular y empieza mandar mensajes a sus clientes para avisarles que ya está lista para entregar sus pedidos.