lunes 20 de mayo de 2024

La creadora de dos festivales

Maritza Wilde: “Nadie que emprende algo, piensa en cuánto va a durar”

La actriz, directora y gestora dedicó su vida al teatro y comenzó el Festival Internacional de Teatro de La Paz en 1999. Trabajó para hacerlo sostenible y atractivo.
Maritza Wilde recibió a Visión 360 en su casa para hablar de la creación del Fitaz y de las dificultades durante 25 años.   Foto: Wara Arteaga / Visión360
Maritza Wilde recibió a Visión 360 en su casa para hablar de la creación del Fitaz y de las dificultades durante 25 años. Foto: Wara Arteaga / Visión360

Maritza Wilde es la gran dama del teatro. Trabajó  en el escenario desde antes de cumplir 15 años. Dedicó su vida al arte dramático, al punto de crear dos festivales internacionales. Uno de ellos, el Fitaz de La Paz, cumple  25 años en esta gestión.

Cuando comenzó con el Fitaz ¿usted pensó que llegaría a cumplir 25 años ?

Nadie que emprende algo piensa en cuánto va a durar. Uno  simplemente está en el camino y tiene que recorrerlo.

¿Por qué creó el Fitaz?

En primer lugar, tengo que hablar de los antecedentes: el Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz, que nace en 1997. Fue el primer evento de teatro internacional que, además, fue un proyecto personal.

Para ese entonces yo ni siquiera había pensado en organizar festivales. Lo mío era actuar, dirigir, pero unos colegas españoles me insinuaron que hiciera uno, internacional, en Bolivia.

Al principio no estaba muy convencida. Pero tanto insistieron, que reflexioné dónde podría ser. Vi que sería interesante que se realice en Santa Cruz,  que tenía la ventaja de tener un buen aeropuerto, una actitud progresista y la altitud, ya que mucha gente de afuera tiene reticencia a subir a La Paz.

La actriz, directora y gestora dedicó su vida al teatro.

Cuando regresé a La Paz me dijeron directamente: “has ido a hacer el festival en Santa Cruz. Tienes que hacerlo en La Paz”.

Entonces presenté el proyecto como parte del programa de La Paz capital iberoamericana de la cultura para 1999. Fue aceptado por el alcalde de entonces, Germán Monroy Chazarreta.

Ofreció un apoyo, aunque no fue tan grande como acordamos, por la interferencia de funcionarios menores que no estaban muy de acuerdo con el plan. Pese a todo, se realizó en 1999. Tuvimos muy buena prensa, muy buena crítica y aceptación por parte de la población.

¿Fue internacional desde el principio?

No. El primero fue iberoamericano, porque la ciudad fue nombrada como “Capital iberoamericana de la cultura”. Fue en 2000 cuando comenzamos a programar un evento internacional. Desde entonces tuvimos grupos de los cinco continentes.

¿Qué la llevó a dedicar su vida al teatro?

La respuesta suele ser “no sé”. Pero no en mi caso, yo la tengo absolutamente clara. 

Tenía vocación de bailarina de ballet clásico, con muy buenas perspectivas. Mis maestros siempre me dijeron que podía ser una artista de primera línea. Pero mi familia, mi mamá, me cortó la carrera.

Entonces pensé que el teatro era la opción: me permitiría interpretar un personaje, además de cantar y bailar, ya que el arte dramático también contempla esas disciplinas.

En la Alianza Francesa di mis primeros pasos y, después, me fui a España a estudiar. Allí hice una carrera de tres años. Luego fui a Francia e hice varios cursos esporádicos. Así surge. Uno empieza y sigue. No es como si evaluara si le conviene por esto o lo otro. Es una vocación, nace.

Y tras 21 años dejó el festival...

Antes de la pandemia ya pensaba dejar el festival. Planeaba terminar en 2020, porque dije “ya es buen tiempo”.

No hay  que eternizarse en los puestos de tipo administrativo. Hay que saber cuándo dejar las cosas, a tiempo. Es como decían los maestros de teatro: “Hay que hacer mutis por el fondo”, salir calladamente. Pero  no dejé el teatro. Sigo escribiendo.

¿Cómo fue el paso de actriz a directora, a escritora?

Es una cosa que fluye de forma natural. Uno no hace un análisis permanente. Con la experiencia de ver mucho teatro, de viajar mucho -lo hice desde niña- uno se organiza.

Al asistir a festivales, como el de Cádiz o de Caracas, vi cómo eran las cosas. Sobre el camino empieza a fluir y se encuentra con cosas de tipo administrativo, como organizar la producción y la gestión.

Pero lo que siempre me ha importado es brindar la mayor atención a los artistas, a los grupos de teatro, a las personas que se suben al escenario.

¿Cuáles serían los hitos más importantes en estos 25 años del Fitaz?

La llegada de la compañía de Peter Brook, que falleció en 2022 a los 97, tan joven como cuando empezó, porque seguía activo.
La participación de las marionetas de Indonesia y de Java, la danza teatro de Alemania. Hay muchos más del mundo.

Los cambios se dieron poco a poco. Me refiero a que, al principio, teníamos los teatros principales, como el Municipal Alberto Saavedra Pérez. Después fue ampliándose, primero a los macrodistritos, a otras ciudades intermedias y otras regiones. Hubo Fitaz en Tarija, Cochabamba y Santa Cruz. Mandábamos grupos nacionales e internacionales.

También tuvimos dificultades. Una vez quisimos traer una ópera china, pero por la altura de La Paz y las exigencias físicas del elenco no se pudo concretar.

¿Cuáles son las dificultades para organizar un festival internacional?

El tener que hacerlo sostenible y sustentar cada versión de este evento, que es independiente y así se mantiene.

¿Recibió, alguna vez, apoyo del Estado?

Desde el primer año logramos que la Alcaldía apoyara a los grupos nacionales. El sistema que se implantó, y que continuó de manera regular hasta 2018, consistía en el caché de los grupos. Se pagaba directamente a los grupos. No nos daba el dinero a nosotros, nunca quise recibir ningún efectivo.

En cuanto a la parte más importante, los grupos internacionales, corría por nuestra cuenta con apoyo de empresas y la misma taquilla, además de contacto directo con los grupos.

¿Qué tipo de teatro le gusta ver a Maritza Wilde?

Todo tipo de teatro, siempre y cuando sea bueno. Teatro de calle, comedia, tragedia, contemporáneo, convencional, el llamado popular (aunque no me gusta el término porque el teatro en general es popular, ya que sin público no existe). Me gusta en la calle, en espacios alternativos, en convencionales, en la ruta... todo tipo.

Lo que sí, cuando estás a cargo de un festival y no se trata de un gusto personal, se busca elegir la calidad, para mantener el nivel del evento. Presentar un mal producto escénico, nacional o internacional, habla mal del festival y del país en sí.

¿Cómo evaluaba qué obras entraban al festival?

Al principio formé un pequeño comité evaluador, no un jurado. Eran siete personas de distintas áreas de la cultura. Ellos revisaban los videos que mandaban los grupos postulantes para ver las mejores propuestas.

Pero a partir de la segunda versión decidí no tener el comité y ver los espectáculos en directo, porque los videos entregados podrían ser engañosos.

Se trabaja entre año y medio y dos antes de cada nueva versión. Y nunca tuvimos sueldo.

¿Qué teatro le gusta hacer a Maritza Wilde?

Eso es otra cosa. Como actriz me gusta interpretar personajes fuertes.

No una Julieta y sí una Lady MacBeth...

Lady MacBeth es un personaje muy fuerte, pero para mí es una manipuladora y eso no me gusta. Pero hay otras, muchísimas, en la literatura teatral que sí me gustan.

Sobre todo, prefiero que no se parezcan a mí, que sean muy alejadas de mí misma. Esto me obliga a exigirme más en el escenario. Quiero que no se diga “Maritza en una u otra obra”, sino que se vea al personaje.

¿Y sobre qué escribe cuando crea obras?

El tema que me interesa mucho es la justicia. También la libertad y los temas que conciernen a las mujeres. 

¿Qué hará Maritza Wilde ahora que dejó el Fitaz? ¿Va a ver todas las obras? O ¿elegirá a las que más le atraen?

Voy a elegir. Antes tenía la obligación de ver todo... antes del festival. Durante el evento el director no tiene tiempo para ir  a todas las obras...

Lo que hice fue autojubilarme de la escena, como actriz, pero no del teatro en sí. Hice varias cosas entre festivales, como monólogos y Las Invisibles, en la que traté temas de mujeres ficticias, pero desde el lado del humor.

Lo último, como actriz, fue la obra Los diarios de Adán y Eva, con Luis Bredow, a principios de 2019. Después vinieron las elecciones, los problemas políticos y luego la pandemia. El mundo calló y el teatro también.

Maritza Wilde y Bernardo Arancibia, los arquitectos del Fitaz.   Foto: Wara Arteaga/ Visión360

¿Se dedicó a otra cosa además del teatro?

No. Yo estudié el arte en general y nada que se alejara de él. El teatro es el arte dramático e incluye la plástica, los actores, la puesta en escena, las luces, la escenografía, la pintura, el sonido.

Todo eso ve el director de manera objetiva. Mientras que el actor lo hace de forma subjetiva, enfocándose más que nada en la construcción de su personaje.

 ¿Cuánto tiempo le dedicó al teatro?

Toda mi vida. Desde que dejé de bailar, cuando me cortaron esa carrera, me enfoqué en el arte dramático. Tenía 15 años... Creo que ni los había cumplido aún cuando cambié de rumbo en mi vida. 

Usted conoce el teatro boliviano como pocas personas

Sí, lo conozco. He visto y traté de conseguir obras del siglo XIX, aunque la mayoría eran de compañías europeas que llegaban al continente y de algunas de Argentina y Chile.

Además de las formas parateatrales de los pueblos andinos. Entre quechuas y aymaras existía el aranwa o aranway. Es similar al inicio teatral de Grecia: personas que llegaban a las comunidades para contar qué pasaba en otras poblaciones.

También cómo se desarrolló el teatro nacional. Entre ellos estuvo el teatro de Tupiza, dirigido por Liber Forti, quien lograba comunicarse con el resto del mundo, no sé aún cómo, para estar actualizado.  Hay muchos nombres, de paceños, orureños, cochabambinos y cruceños que establecieron el teatro nacional.