domingo 19 de mayo de 2024

Se quejan por atención en la CNS

Estrés, gastritis y dolor en la vesícula, las afecciones usuales de los trabajadores

Policías y maestros sufren patologías similares por las situaciones que atraviesan en su trabajo. Para los docentes se suma el contagio de infecciones respiratorias.
Policías en servicio afrontan extensas jornadas laborales de pie y a la intemperie.  Foto: Policía Boliviana
Policías en servicio afrontan extensas jornadas laborales de pie y a la intemperie. Foto: Policía Boliviana
martes 30 de abril de 2024

Pasar horas de pie y con la piel expuesta a las inclemencias del sol, gritos, ruido, la presión diaria de recibir órdenes superiores, comer cosas poco nutritivas y a deshoras, estar expuestos a basura y sustancias tóxicas, además de tener que soportar el maltrato de la gente son algunas de las causas de enfermedades típicas entre trabajadores de diferentes oficios.

“Como son tantos niños y hay muchos inquietos, gritan, desordenan, lloran, te hacen reír por sus travesuras, pero igual uno se llega a estresar por la presión de cumplir con todos. También el tema de la (dolencia en la) vesícula, porque (como profesores) renegamos, a veces, hasta con los papás sobreprotectores. También nos enfermamos, según la temporada, por los virus que traen los niños, los resfríos son lo más común”, cuenta Eva Paz, una profesora de primaria, con más de 40 años de trabajo.

La maestra retrata así lo que para ella y sus colegas son enfermedades típicas de su oficio. “Más bien ya dejamos de usar tiza. Eso causaba enfermedades en pulmones y garganta, porque además todo el tiempo estamos gritando, uno reniega por esas cosas”, cuenta la maestra.

Pero, si un aula con algunos niños traviesos puede generar un mal momento, el trato con un grupo de delincuentes puede provocar que los dolores de vesícula se tornen más graves. Eso lo saben los miembros de la Policía Boliviana, quienes con  su preparación física y acadé mica cumplen el trabajo de dar seguridad a la población.

“Sí, es verdad, a veces hay que tratar con gente peligrosa, cualquier cosa puede salir mal, un descuido con alguien que creías que era inofensivo y es la última vez que saliste de casa. (…) Estás bajo presión y siempre tenso cuando hay que controlar una manifestación. El policía entra en depresión, aunque no lo crea, por la violencia y la reacción de la gente que te insulta, escupen, te arrojan cosas, golpean; es una cosa terrible, pero hay que cumplir la orden que da el superior, porque es nuestro trabajo. No comes ni a tu hora y nada bien, te fatigas con el clima, frío o calor en la calle”, sostiene Pedro P. V.,  un oficial que cumple servicio en una estación policial del centro de La Paz.

Pese a que bromea con los detalles de su trabajo, dice ser consciente de que la mayor parte de las veces la ciudadanía considera a los policías como un grupo represor que defiende al Gobierno, pero insiste en que es el trabajo que deben cumplir.
Finalmente vuelve al tema de las enfermedades más comunes entre los uniformados y ríe un poco mortificado al contar: “sí, en este trabajo incluso puedes cambiar de color (…) hay varios casos de ese vitíligo (decoloración de la piel, causada, en algunos casos, por el estrés y depresión). Por lo general no se ven (las manchas), pero hay casos que saltan al rostro o se presentan en las manos”.

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El coronel del servicio pasivo Ángel Saavedra añade que entre las enfermedades más recurrentes en su oficio, además de la gastritis por la mala alimentación, están las várices, debido a las características de su labor; varias horas de pie, caminatas largas, el uso de las botas y correajes de su uniforme que corta la circulación normal de las venas. Otro punto en común que tienen policías y maestros en relación con la salud son las quejas por la “mala atención” en la Caja Nacional de Salud (CNS),  donde las atenciones se las pueden programar luego de meses y los tratamientos deben ser costeados por los pacientes, debido a que esta institución no les da los medicamentos necesarios.

Paulina Condori, trabajadora municipal desde hace 21 años, encargada del cuidado de parques, cuenta que, aparte de no dormir bien, porque debe despertar todos los días en la madrugada para dejar cocinado el almuerzo para sus hijos, en el trabajo, además del esfuerzo físico, se las ingenia para no contaminarse con la basura y las heces fecales de los perros, cuyos dueños permiten que entren a los jardines para hacer sus necesidades.

Wilson Atahuichi, otro trabajador municipal, operador de maquinaria pesada,  destaca el esfuerzo físico que demanda su labor, porque cuando se atienden emergencias, por lluvias u otros motivos, deben quedarse a trabajar sin que les paguen horas extra. Además de la mala alimentación, hay riesgos laborales que se presentan en momentos inesperados.

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Atahuichi vivió uno de esos momentos peligrosos en abril de 2019, durante el deslizamiento en Cotahuma, que dejó intransitable uno de los puentes trillizos. El obrero recuerda que, durante los trabajos de estabilización, la maquinaria que operaba quedó cubierta de tierra y escombros, pero él logró salir ileso, pese a que el motorizado dio varias vueltas, empujado por los residuos que trataba de acomodar en la zona.

El dirigente de los constructores de la ciudad de Viacha, Edwin Canaviri, afirmó que en el tema de salud su sector está olvidado, pues al ser trabajadores eventuales el enfermarse y recurrir a una atención médica especializada no está en su presupuesto.

El representante dice que, si bien el Gobierno estableció que los trabajadores en construcción tengan seguro contra accidentes, con una cobertura de hasta 7.000 bolivianos y de 70.000 en caso de muerte, este beneficio no contempla el tratamiento médico.

En esa línea, asegura que los constructores podrían abonar un monto más para contar con tratamientos en consultorios, pero esperan que este servicio sea mucho mejor que el que brinda la CNS.